martes, 12 de junio de 2012

Ente... Vida...


 A través de las rendijas del amanecer percibí una realidad mimetizada en la locura, la cual me evidencia el desdoblamiento del entendimiento sobre mi verdad más intima… la verdad que insiste perpetuamente en recordarme que en lo profundo y entrañable de mi ser ese ente existe para dar sentido y orden a la existencia observable, intentando compaginarla a la tangible y la imaginable. Ese ente que regulariza el flujo emotivo, vital y cognitivo que nos permite ser reales dentro de los planos recreables y alcanzables; el que regula la presencia de la magia, el arte, la fe y la esperanza. 

Dicho ente que solo se expresa dentro de un individuo, lo define y lo incita a seguir la felicidad que le alimenta día a día, ya sea por medio de vivir extremos inimaginables, compartir pasiones u observar ocasiones irrepetibles de destellos naturales. Ese ser que me recalca al provocar cada latido que amar la silueta del cuerpo, admirando eternamente las comisuras de la esencia es todo lo necesario para captar la realidad inerte que nos muestra la pasión más grande de mi vida concentrada en el entendimiento de pocas micras conformadas como un universo repleto de infinitas posibilidades... la base de la naturaleza.

Esa base que nos sorprende con infinidad de elementos y matices logrados solo en base a combinaciones infinitas de realidad, nostalgia y rebotes, rebotes microscópicos traducidos en ondas esenciales en la concepción de lo que comprendemos como realidad. Aquellas vibraciones que son perceptibles en los sentidos dormidos de la plenitud humana, esos sentidos que solo los temerarios y esotéricos personajes se permiten resuspender para contactar un mundo plagado de maravillas, el cual comienza solo bajo el juego de múltiples resplandores que se proyectan sobre aristas curvadas por el tiempo... repletas de asperezas pero completamente bañadas en perfección... las cuales aprisionan la infinitesimal cantidad de realidades… aquellas que nos muestra quienes fuimos, lo que somos y lo que podríamos ser... todo y nada en el mismo instante… la sarta completa de ilusiones alterables sobre las que el deseo y la esperanza propias de aquel ente son capaces de incluir en la ruleta que observamos, en eso que llamamos vida y que construimos a base de pesares, nostalgias, emociones, alegrías y determinaciones.

Ese ente que le llaman alma y que frente al quisquilloso reflejo de si misma nos permite contemplar la magnifica puesta en escena que maniobramos sin director concreto vamos entramando para así dejarnos creer que somos autómatas en un mundo de maquinarias infinitas, invisibles pero no inexistentes, que rigen las únicas verdades… las fuerzas naturales y la existencia de la chispa que nos da vida… esa única constante que nos permite creer y vivir… ese peldaño esencial que nos recuerda que estamos aquí como causa de un capricho mayor a nuestra comprensión y con la simple finalidad de recopilar sabiduría y sensatez.

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